Cuando Helena salió del baño, los
gemidos que provenían de la habitación de al lado la sonrojaron.
“Madre mía. A saber lo que les
está haciendo Sandra a esas pobres chicas… Las va a dejar para el arrastre!!
Será mejor que vaya a dar un paseo, a ver si el aire fresco me baja los calores,
que aquí no creo que se me pasen con tanto “Sigue! Sigue! Sí!!”
Salió del apartamento y siguió
las sendas de piedra que atravesaban el complejo.
Era una urbanización bastante
nueva y los jardines estaban todavía cuidados y frondosos.
Pese a ser Julio, no estaba muy
concurrido, y en sus 15 minutos de paseo sólo se había cruzado con el guardia de seguridad.
Decidió dirigirse hacia la
piscina. Pensó que el agua fría en los pies sería agradable, y cogió el camino
que conducía hasta ella.
Al haber terminado hacía tiempo
el horario de baño, las luces de aquella zona estaban apagadas, pudiéndose
distinguir el camino sólo con la luz de la luna llena que se filtraba a través
de las hojas de las palmeras.
La puerta de acceso a las
instalaciones estaba cerrada, pero el muro sólo se alzaba, aproximadamente, metro veinte del
suelo, con lo que se dispuso a saltarlo.
Puso las manos encima para
impulsarse y en ese momento noto unas manos que la sujetaban por la cintura
impidiéndole saltar.
“Mierda! Ya me ha pillado el
guardia…” Pensó Helena.
Cuando esas manos rodearon su
cintura y notó un cuerpo pegándose a su espalda, se dio cuenta de que era
imposible que fuese el guardia. Primero, porque dudaba que se tomase tantas
libertades y segundo porque el guardia era un hombre, y estaba segura de que lo
que notaba apretándose contra su espalda eran unos pechos…
Una de las manos de aquella
desconocida bajó hasta su cadera y la apretó aún más contra ella, haciendo que Helena
notase algo largo y duro contra su culo. Su voz ronca y susurrante se acercó a
su oído y acariciándolo con su aliento le dijo “¿Preparada para cumplir tus
fantasías?”
Helena se estremeció. Una mezcla
de miedo y deseo recorrió su cuerpo como una descarga eléctrica. No sabía quién
era aquella mujer, no conseguía reconocer su voz, aunque sabía que le resultaba
familiar. ¿Alguien de la quedada? Sí, debía ser alguna de ellas… habían estado
contando anécdotas y fantasías en la playa, y se ve que, al menos una de ellas, le había prestado atención mientras contaba la suya.
Mientras su mente repasaba a toda
velocidad las caras de las mujeres con las que había compartido el día, unos
labios calientes atacaron su cuello, recorriéndolo de arriba abajo y llenándolo
de besos y mordiscos.
Se sujetó al muro para no caer al
suelo cuando notó que las piernas empezaban a temblarle, echando la cabeza
hacia atrás para dejar vía libre a aquella desconocida para hacer lo que
quisiera con su cuello mientras apretaba su culo con más firmeza sobre el bulto
que sobresalía en la entrepierna de su mujer misteriosa.
“Qué más da quién sea? “ Pensó Helena.
“Estoy caliente y esta situación me pone aún más. Lo único que me importa ahora
es que me folle, y para eso no me hace falta verle la cara”
Helena balanceó sus caderas,
haciendo que el arnés que llevaba su desconocida rozase su clítoris hinchado y
un gemido apagado salió de lo más profundo de su garganta chocando contra su
cuello.
Las manos de aquella mujer la
apretaron más contra sí. Lo único que evitaba que aquel falo se colase entre
sus nalgas eran los pantalones de ambas… pantalones que esperaba perdieran lo
antes posible.
Su cuerpo estaba expectante y no
pudo evitar pedirlo “Tócame”.
La desconocida deslizó las manos
por debajo de su camiseta sin dejar de apretar su cuerpo contra ella, y le
cubrió los pechos masajeándolos suavemente. Sus pezones erectos se aplastaban
contra aquellas manos haciendo que el roce mandase impulsos de deseo
directamente a su entrepierna. Se estaba empezando a mojar… ya podía notar la
humedad viscosa que salía de ella elevando aún más sus ganas y haciéndole mover
y apretar más su culo contra el falo… si se arqueaba un poco podía notar la
punta cerca de su entrada… “Sí, ahí es donde quiero que entres,,,”
Un tirón seco la dejo con los
pantalones a la altura de los tobillos. No se había molestado en ponerse bragas
a la hora de vestirse… sólo iba a dar un paseo…
Una pequeña gota de excitación
resbaló por el interior de su muslo.
Su camiseta voló también. Estaba
desnuda, a la intemperie, apoyada contra un muro y con una desconocida a su
espalda jugando con su cuerpo como si lo conociese a la perfección… Nunca había
estado tan excitada… nunca había estado tan caliente…
Sus dos pezones lo sintieron a la
vez. Unos dedos apresándolos, pellizcándolos y retorciéndolos mientras la boca
de la desconocida mordisqueaba su oreja y el dildo amenazaba con entrar en
ella, llenándola de expectación.
Así que ella también estaba
desnuda….
El roce de unos pezones
recorriendo su espalda se lo confirmaron…
Helena agachó sus caderas
intentando introducirse el dildo..
“Nononono… Aquí mando yo, y te la
meteré sólo cuando yo quiera, así que pórtate bien y estate quieta”
Aquella mujer recogió una
camiseta del suelo… “Se va?” pensó Helena “No me jodas!! Ahora que no me deje
así!!”
Nada más lejos de la realidad… la
camiseta cayó sobre sus ojos y notó como la ataba suave pero firmemente para
que no resbalase.
“Date la vuelta”
No podía verla, pero sabía que
estaba recorriendo su cuerpo con la mirada…
Una mano se posó en su hombro
presionando ligeramente hacia abajo. Helena entendió la orden y se agachó hasta
apoyarse en sus rodillas.
El dildo rozaba sus labios.
“Chupa”
Abrió su boca ligeramente… no
estaba segura de qué hacer… cualquiera podría estar viéndoles en aquel
momento…. “bueno, pues que miren”
Acogió aquel falo en su boca,
lamiendo y chupándolo de arriba abajo, como si su desconocida pudiera sentir
cada una de las caricias de su lengua sobre él.
Debió sentirlas, porque empezó a
gemir y apoyó una mano en su cabeza marcando el ritmo. Allí estaba ella,
desnuda, privada del sentido de la vista y más mojada que nunca. Estaba segura
de que había empezado a formarse un charco en el suelo bajo sus piernas…
Apoyó sus manos sobre los muslos
de la mujer que la estaba sometiendo y los acarició al ritmo de las envestidas
de su boca…
Subió las manos por aquellos
muslos hasta llegar a su entrepierna… no era un arnés con cuerdas… el falo se
introducía en su sexo! Por eso notaba tanto los movimientos que ella hacía
sobre él.. cada vez que lo apretaba o acariciaba, se movía dentro de ella
dándole el mismo placer que si hubiera sido real.
Puso su mano sobre su vientre y
con el dedo pulgar empezó a acariciar su clítoris mientras seguía haciendo que
el dildo entrase y saliese de ella con cada lamida.
La mujer empezó a gemir y notó
como le empezaban a temblar las piernas.
“puede que yo no vaya a olvidar
este polvo en mi vida… pero tú tampoco, nena” Pensó.
Helena dirigió la mano que le
quedaba libre a su propio sexo. Si no se tocaba ya iba a estallar. Con el
primer ligero roce de sus dedos, gimió, lo que alertó a la
desconocida de lo que estaba haciendo.
“No!” y con un rápido movimiento
le apartó la mano para que no se tocase.
“He dicho que aquí mando yo, y yo
no te he dado permiso para que te toques! Levanta.”
Cogiéndola por las axilas, la
ayudó a sentarse sobre el muro de piedra, le separó las piernas y empezó a
comerla… sin aviso… sin compasión.
Helena tuvo que apoyarse
rápidamente en el muro y poner las piernas sobre los hombros de aquella
mujer si no quería caerse.
La mujer la lamía sin piedad, se
bebía su deseo, la devoraba con ansias.
Su lengua le separaba los labios
dejándola al descubierto. Su clítoris hinchado y caliente reclamaba atención y
aquella desconocida estaba más que dispuesta a dársela.
Agarrándola de las caderas, la
mujer la acercaba a su boca con ansia, cubriéndola y succionándola como si
quisiera tragársela entera.
Las envestidas de su lengua la
llenaban de placer, cada vez que rozaba su clítoris sentía como su piel se
erizaba un poco más, sus pezones no podían estar más duros.
Aquella mujer parecía leer sus
pensamientos. En ese preciso momento levantó las manos y cubrió sus pechos,
amasándolos, apretándolos. El conjunto de placeres iba a hacer que se corriera
de un momento a otro… no podía haber nada mejor!!
O sí….
Notó la primera envestida como un
torrente de electricidad atravesando su columna.
La lengua había entrado hasta el
fondo, lamiendo sus adentros. Era larga y dura… y entraba y salía con una
destreza que nunca había experimentado. La punta subía cuando salía rozando el
punto más caliente, enviando oleadas de un placer que no podría soportar
durante mucho tiempo.
De repente todo paró. Todo quedó
en silencio. Sólo se escuchaba la brisa entre los árboles y slos jadeos de ambas.
“Baja”
Helena vaciló un momento. No
estaba segura si sus piernas aguantarían en pie, pero no podía desobedecer a
aquella mujer. No cuando tenía el control sobre su deseo y sobre su cuerpo.
Sin mediar palabra la puso de espaldas
y la apoyó contra el muro. Separó sus piernas dándole un golpecito en cada pie,
hasta que no podía abrirlas más.
Le acarició la cara desde atrás…
le cogió de la barbilla levantándosela hasta que apoyó la cabeza en su hombro,
le besó la cara… rozó sus labios con la lengua y metió un dedo en su boca.
Un ligero susurro velado atravesó
sus sentidos “Ahora eres toda mía”…
La extraña pasó la palma de la
mano por su humedad desbordante y con ella acarició su arnés, lubricándolo para
ella. No podía verlo, pero podía sentirlo. Podía sentir esa anticipación en la boca
del estómago y no tardaría en sentirla en el resto de su cuerpo.
La cabeza del dildo se apretaba
contra su entrada. El aliento y los pequeños gemidos de aquella mujer
acariciaban su oído, su pechos de apretaban contra su espalda, una mano asía
sus caderas y en ese momento notó como se abría paso directamente hacia su
interior, acariciando sus paredes.
Un grito seco surcó su garganta
con la primera envestida.
“Aahh”
Helena succionaba el pulgar
mientras las envestidas se repetían una tras otra. Sus pechos se balanceaban al
ritmo. Pequeñas gotas de sudor empezaban a cubrir su cuerpo. Su respiración era
errática y no podía ahogar los gemidos de placer. La extraña tuvo que cubrirle
la boca para amortiguarlos.
“Te gusta, verdad?”
Helena sólo pudo contestar con un
gruñido. Aquello no era placer, tenía que ser algo más grande todavía. No podía
compararlo con nada de lo que había sentido hasta el momento.
Cuando pensaba que ya no podía
soportar más aquel placer, las envestidas cesaron.
“Ahora te toca trabajar a ti un
poco”
Notó como la mujer se alejaba y
escuchó un pequeño crujido a sus pies. Notó una mano que estiraba de la suya
hacia abajo. Se había tumbado.
Supo lo que tenía que hacer y sin
pensarlo dos veces se puso de cuclillas encima de la mujer. Tanteó con la mano
hasta encontrar el falo irguiéndose entre sus piernas y se lo introdujo
despacio, resbalando sobre él con facilidad. Estaba tan mojada….
Empezó a moverse encima de ella,
dejando que la mujer viese como la cabalgaba. Si quería morbo lo iba a tener.
Subía y bajaba recorriendo toda la envergadura del dildo.
Sabía que cuanto más se moviera y
más rápido la cabalgase, más placer notaría su misteriosa pareja de juegos,
cuando la parte que ella misma se había metido para sujetar el arnés empujase y
se moviese dentro de ella.
Los gemidos de las dos mujeres se
entremezclaban rompiendo el silencio de la noche. No podía más, necesitaba
correrse y necesitaba escuchar los gemidos de aquella mujer cuando estallase
con ella. Puede que no supiera nunca su nombre, pero siempre recordaría su olor
y sus gemidos de placer.
Se inclinó hacia atrás apoyándose
en una mano sin dejar de cabalgarla, mientras que con la otra empezó a
acariciar su clítoris. Esperaba que la extraña se lo impidiese en cualquier momento,
pero no lo hizo. Ella misma estaba haciendo lo mismo.
Las dos se masturbaban mientras
se follaban la una a la otra.
El compás se acelaraba, los
gemidos aumentaban y el placer alcanzaba puntos indescriptibles en su interior.
Su estómago se contrajo con la
primera oleada y se dobló hacia adelante, tumbándose sobre el torso de la
desconocida, rozando sus pechos con los suyos, mezclando los sudores, los
jadeos. Cuando notó el orgasmo abrirse paso desde lo más profundo de sus
entrañas, atrapó la boca de aquella mujer dándole un beso profundo, ahogando
los gemidos de las dos.
La mujer le devolvió el beso. No
solo había sabido cómo mover la lengua sobre su sexo sino que sabía
perfectamente cómo besarla para ponerla aún más.
Los brazos de aquella extraña la
abrazaron fuerte por la cintura, estrechándola contra ella y tomó el control de
nuevo dándole envestidas fuertes y rápidas.
Helena no pudo aguantar más el
placer.
“Sí! Sí! No paresa ahora! No
pares! No pareeeeeeeeeeeeeeeees!!”
El orgasmo las alcanzó a las dos
a la vez, corriéndose una encima de la otra, diluyéndose en el placer de una
noche de deseo y pura lujuria. Sin censuras, sin reglas, sólo dejándose llevar
por los más primitivos instintos.
Helena rodó hacia un lado y sin
destaparse los ojos, se abrazó a aquel cuerpo que le había dado el mayor placer
que había recibido nunca.
El sueño empezaba a llamarla y no
pudo luchar contra el cansancio, durmiéndose en los brazos de aquella mujer
misteriosa que había hecho realidad una de sus mayores fantasías.
El sonido de unas pisadas la hizo
salir de su sopor.
Abrió los ojos y lo primero que
vio fue que estaba sola, desnuda encima de una toalla en mitad del césped
delante de la valla de la piscina.
Cogió la camiseta que tenía a su
lado e intentó tapar a la vez todas las partes que no debían ser vistas por el
niño de doce años que la miraba con cara atónita y la mandíbula descolgada.
“Qué haces ahí mirando!?”
El niño no movió ni una pestaña.
Helena se levantó, se envolvió en
la toalla en la que había estado durmiendo, recogió la ropa y se dirigió a su
apartamento a toda prisa, dejando al chaval clavado en el sitio y todavía con
la boca abierta.
Durante el camino no dejó de
tener flashes de lo ocurrido la noche anterior… buscaba alguna pista, algún
detalle que le ayudase a descubrir quién era aquella mujer… pero no conseguía
encontrar ninguno.
Esa tarde habían quedado todas
para despedirse hasta la próxima. Tendría que estar allí, seguro.
Esa tarde intentaría descubrir
quién le había proporcionado el orgasmo más morboso e intenso de su vida….